Año: 2013
Duración: 130 min.
País: Hong Kong
Director: Wong Kar-Wai
Guión: Wong Kar-Wai, Xu Haofeng, Zou Jinzhi (Historia: Wong Kar-Wai)
Música: Shigeru Umebayashi
Fotografía: Philippe Le Sourd
Reparto: Tony Leung Chiu Wai, Zhang Ziyi, Zhao Benshan, Chang Chen, Brigitte Lin, Zhang Jin, Song Hye-kyo, Wang Qingxiang, Cung Le, Lo Hoi-pang, Liu Xun, Leung Siu Lung, Julian Cheung Chi-lam

The Grandmaster (2013) supone un hito en la carrera de su realizador, el preciosista y metódico Wong Kar-Wai. Su primera y única incursión en el mercado norteamericano, My Blueberry Nights (2007), fue una película en la que apuró hasta la hez sus posibilidades estilísticas y marcó la necesidad de buscar nuevos caminos para mostrar su fértil creatividad sin tener que ceñirse a unos recursos formales cada vez más manidos que ya lleva explotando durante veinte años. La respuesta a dónde dar una vuelta de tuerca a su estilo y a buscar una historia nueva y estimulante la encontró en su tierra natal, Hong Kong, y en un género que abandonó en 1994 con su tercera película, el wuixa llamado Ashes of Time, de la que hace poco tiempo realizó una versión redux para el mercado doméstico.

Asumir la autoría una historia de artes marciales, ser original y encima narrar algo que al gran público le interese es todo un reto. Este reto se sustantivó en el biopic de una de las figuras más desconocidas de las artes marciales modernas, Ip Man, nombre y apellido desconocido para el público occidental si lo hablásemos del astro del cine de las artes marciales, Bruce Lee, pues Ip Man fue su maestro cuando el actor de Operación Dragón (1973) era apenas un niño. Hasta aquí la propuesta parece interesante, el material de partida puede funcionar comercialmente y la distribución en los EE.UU. queda casi asegurada. El punto negativo para ese gran público que tiene que sufragar la producción del filme con sus entradas y sus compras en dvd es que Won Kar-Wai es un autor, dicho lisa y llanamente, y no se iba a conformar con rodar unas meras exhibiciones de artes marciales y meter por en medio el nombre de Bruce Lee -de hecho el nombre del actor hongkonés sólo aparece en los títulos de crédito y su presencia se intuye en la figura de un infante de cabeza pelada y pocas palabras-.

La creación de The Grandmaster no ha sido un camino de rosas debido a unos cuantos problemas de producción. Tony Leung, protagonista que encarna a Ip Man se rompió un brazo durante la filmación, lo que ocasión unos meses de retraso en la entrega de la película a los distribuidores. A esto añadimos las tres versiones del montaje existentes: 130 minutos para el mercado asiático, 123 minutos para el europeo y 103 minutos para el americano, convendremos en que Wong Kar-wai debió tener mucho trabajo en la sala de montaje para satisfacer a todo el mundo y asegurar un mínimo de vida comercial al título.

No obstante, el trabajo realizado por Wong Kar-wai es meritorio, bello, sin duda, pero irregular. The Grandmaster recoge un puñado de coreografías de artes marciales de una belleza fuera de toda duda, magnifícas y plásticas, que se resuelven de varias maneras: a modo de alarde estético en la pelea bajo la lluvia con la que se abre el título o el duelo en la estación de tren -claro guiño al western-, en la simbiosis entre sentimentalismo y artes marciales en el combate de Gong Er (Zhang Ziyil) con Ip Man -que más que un combate es un coito en el que la hija del maestro Gong ejerce de mantis sobre el enamorado Ip Man-, o el virtuosismo gestual en el combate de Ip Man contra Gong Yutian (Quingxiang Wang ), en el que el primero logra hacerse con la sucesión a Gran Maestro del kung-fu. Todos los momentos de lucha y acción de la película, coreografiados por el especialista Yuen Woo-ping, responsable de la coreografía en títulos como Matrix Revolutions (2006) y Kill Bil (2003), sobre todo en los más estáticos y sugerentes, están dotados de una gran carga emocional que el director de Deseando Amar (2000) aprovecha para construir paralelamente un melodrama, una historia de amor, de deseo, de aspiraciones y también de modestia, y es que tales son los rasgos de los personajes que aparecen mejor caracterizados por su formar de lucha que por gestos o palabras; de hecho los personajes exhiben una distancia hacia el espectador que funciona en la primera parte de la cinta pero que hace estragos en el resto del metraje.

La irregularidad de la película queda patente en lo fragmentado de la narración. La primera parte de la historia, que se desarrolla en la época dorada del kung-fu chino, y en la que Ip Man logra hacerse con el título de Gran Maestro de las escuelas del Norte y del Sur de China, es la más sólida. En esta parte de la cinta la historia es más lineal y no se pierde la pista de los personajes; estéticamente también es más rica y estimulante, destacando la recreación de aquel Pabellón de Oro, prostíbulo que en realidad fue el foro más importante de las artes marciales de su tiempo. El punto de inflexión de la narración está marcado por la invasión japonesa de la provincia de Foshan, patria chica del maestro Ip Man. Este acontecimiento y los ocho años posteriores que dura la ocupación hacen que el maestro pierda prácticamente todo lo que tiene, incluidos a sus dos hijos, y deba ejercer como profesor en academias de artes marciales de barrio, a la vez que intenta hacer realidad  el amor platónico que comparte con  Gong Er. Es en esta parte del filme también donde los personajes se desdibujan más y la frialdad mostrada por Tony Leung empieza a molestar; la inclusión de personajes antagónicos a Ip Man, como El Navaja, no termina de hacer despegar este segmento, que se hunde entre insertos de material documental, combates con personajes variados y una dirección de arte que desmerece lo visto anteriormente. El alivio llega en el plano final, con esa foto de Ip Man y sus alumnos en su academia de Hong Kong, donde destaca un prometedor y sonriente niño que hemos de identificar como a Bruce Lee.

La épica de The Grandmaster está fuera de toda duda. Se han citado varios combates que son sencillamente espectaculares, hemos comentado como Wong Kar-wai teje a su gusto una maraña de sentimientos donde nuestros maestros de kung-fu quedan atrapados, para bien o para mal, y también la película dispone de una puesta en escena que agranda y engrandece el universo visual de su director. Aún así The Grandmaster tiene deudas pendientes con el espectador: la sensación de grandeza y de heroicidad de la película se queda a medias, quizás debido a esos problemas de producción y adaptación del montaje de la cinta. Conociendo como conocemos ya a estas alturas a Wong Kar-wai, su obra no quedará exenta de una revisión y en breve podremos contar con su versión redux. Esperemos…porque si no Chungking Express (1994) o 2046 (2004) seguirán copando el ranking de sus títulos, al menos para el que suscribe esta crítica, y The Grandmaster quedará como un buena película pero con la sensación de ser una obra pero en permanente construcción.

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