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Crítica: Enemy, de Denis Villeneuve, con Jake Gyllenhaal

Título: Enemy. Año: 2013. Duración: 90′  Director: Denis Villeneuve. Guión: Javier Gullón (Novela: José Saramago). Música: Danny Bensi, Saunder Jurriaans. Fotografía: Nicolas Bolduc. Reparto: Jake Gyllenhaal, Mélanie Laurent, Isabella Rossellini, Sarah Gadon, Jane Moffat,Tim Post, Laurie Murdoch, Darryl Dinn.

Enemy trata sobre el mito del doppelgänger, o del «doble», de la persona exactamente idéntica a uno mismo y que algunos dicen tener la ocasión de ver en algún momento de sus vidas, no es precisamente nuevo. Desde las civilizaciones más antiguas, donde encontramos sus iconos más ricos y enigmáticos, hasta la plasmación en la literatura de esa sombra misteriosa de uno mismo, el mito ha evolucionado desde una vertiente puramente cosmogónica hasta otra más psicológica, adaptada a las necesidades e inquietudes de la época actual. En este contexto literario, que es el que ahora nos interesa, las aportaciones de escritores como Hans Christian Andersen,  Julio Cortázar o José Saramago son definitivamente imprescindibles para comprender la angustia existencial del ser humano en los momentos de mayor descreimiento religioso -la nietzcheana muerte de Dios- y mayor angustia existencial acelerada por las rápidamente cambiantes condiciones vitales que nos rodean, aún es más necesaria la implementación del mito del doppelgänger cuanto más nos internamos en una era en la que la conciencia de hormiga obrera del ser humano relegan a su verdadera esencia a la oscuridad más absoluta. Es en este momento de la historia donde el mito del doble, el doppelgänger, puede erigirse con más fuerza nacido del inconsciente de la mente humana como forma de reivindicación, de protagonismo de una realidad individual aplastada bajo el peso de las apariencias de una sociedad de consumo y egos desproporcionados.

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José Saramago, uno de los escritores y humanistas contemporáneos más lúcidos que ha tenido nuestra época, publicaba en 2002 su novela El Hombre Duplicado. En ella, el protagonista, Tertuliano Máximo Afonso, un anodino profesor de escuela descubre que hay en su misma ciudad un hombre que es idéntico en todo a él. A partir de ese descubrimiento, comenzará una búsqueda de esa persona que culminará en una serie de encuentros cara a cara para intentar descubrir averiguar la identidad de su doble y por ende la de él mismo. Esta novela no parece precisamente comercial para pensar en una adaptación cinematográfica. Ya se intentó con otra novela del escritor portugués, Ensayo sobre la Ceguera, dando lugar a una más que correcta película, A Ciegas (Blindness,  2008), que resumía de forma impecable las tesis enunciadas por Saramago en su obra escrita. Pero si A Ciegas resultó ser no sólo un éxito de crítica, sino también de público, por qué no lo podría ser una adaptación de El Hombre Duplicado, habida cuenta de que la temática del doppelgänger es netamente fantástica.

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Con producción internacional, en la que incluso interviene nuestro canal público de televisión, TVE, un reparto estelar (Jack Gyllenhal, Mélanie Laurent e Isabella Rosellini), un prometedor y avezado guionista (Javier Gullón autor del libreto de El Rey de la Montaña, 2007) y uno de los mejores directores de la actualidad, Denis Villeneuve (autor de la reconocida Incendies, 2010), la película de título Enemy (2013) es el resultado de la adaptación libre de la citada novela de Saramago, El Hombre Duplicado. Jack Gyllenhal interpreta a Adam, el hastiado profesor de secundaria que un día encuentra en una película a un actor exactamente igual que él, Anthony. La personalidad de ambos personajes es radicalmente distinta. El insulso y pasivo Adam no tiene nada que ver con el promiscuo y arrogante Anthony, extremos complementarios que están dispuestos a chocar aún a costa de la destrucción de sus modos de vida. El doppelgänger se entiende así como una complementación de opuestos, siguiendo a pies juntillas aquella teoría cuántica de la materia Vs. antimateria; un encuentro entre ambas desencadenaría tal energía que podría provocar una explosión nuclear, tal es así que teóricamente la partícula y la antipartícula están en universos idénticos pero de signo opuesto, haciendo imposible tal encuentro. En Enemy, ese enemigo que es la materia/antimateria viven en el mismo universo haciendo también honor a aquella máxima cuántica que habla sobre la imposibilidad de conocer las leyes que rigen el caos, ya que éste no es sino una parte de nuestro cosmos que necesariamente ha de regirse por una dinámica tan compleja y operativa como inabarcable para la mente humana.

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Enemy plantea muchos más puntos de interés. Deudora de una estética «cronenbergiana», no sólo por estar rodada Canadá, en las ciudades de Toronto y Mississuaga (el aprovechamiento de la geografía urbana y los edificios emblemáticos como Absolute Towers o la CN Tower), la atmósfera de las ciudades es fotografiada con colores blancos sucios, en contraposición a la fotografía de interiores que utiliza la negrura de los rincones y la contrasta con luces amarillas de las habitaciones, dando lugar a pequeños y opresivos espacios donde el atormentado Adam se siente aún más inseguro y sólo, y donde el libertino Anthony se mueve con absoluta ligereza (la secuencia de apertura del film en el cuarto oscuro es una muestra de ello). La música compuesta por Dani Bensi y Saunder Jurriaans recuerda mucho al recurrente talento musical de Howard Shore que David Cronenberg usó tantas veces para musicar sus películas, con unos scores rayanos en lo experimental, con sonidos perturbadores y enfermizos. Como «penúltima» referencia cronenbergiana es necesario acudir a uno de sus títulos de referencia, Inseparables (Dead Ringers, 1988), una interesante y malsana disertación sobre la complementariedad de las identidades que tiene bastantes puntos en común con Enemy.

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Si hay algo que termina de desconcertar al espectador que visiona Enemy es la insistente presencia de arácnidos a lo largo y ancho del metraje. Y decimos ancho no sólo de forma figurada sino real. Aparte de las varias arañas a tamaño natural que vemos en la película, un enorme arácnido, réplica de la escultura «Mamá», de Louis Bourgeois (una araña de más de diez metros de alto que se exhibe entre otros lugares en el museo Guggenheim de Bilbao) vigila a los protagonista desde un extremo de la ciudad. Esta proliferación de guiños a los arácnidos y a las telas de araña puede deberse a un elemento recurrente dentro de la novela de Saramago, la presencia cuasi invisible de una dictadura política, que vestida de democracia moderna extiende su red entre la ciudadanía y se haya omnipresente en el tejido social de la misma (la primera secuencia en la que aparece Adam es en la que está dando una clase sobre el control de las dictaduras y su dinámica para prevenir el supuesto caos que quieren remediar). Quizás Enemy no camine por esos derroteros y vea a la araña más como un símbolo del inconsciente, un animal totémico, como un vínculo entre la fusión de las identidades de los opuestos, culminación de la película de Denis Villeneuve, que teje un destino tan ineludible como la sempiterna presencia de este insecto en la vida de los protagonistas.

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Los razonamientos utilizados esta crítica respecto a las posibles lecturas de Enemy pueden sonar tan pasajeros como los que realizaría cualquier espectador, eso sí, avezado y sin la miopía que muestran muchos y que se refieren a Enemy como una película lenta y aburrida donde salen unas arañas que no se comen a nadie. La lectura de un espectador consciente de lo que ve podría diferir mucho de lo ofrecida en estas líneas, tal es la grandeza de Enemy, un título abierto a multitud de sugerencias pero sin duda sólido y perturbador, una película que hace pensar con cada uno de los planos, inquietante con las sonoridades de su score, visualmente fascinante en su puesta en escena (los títulos de crédito finales son realmente bellos e hipnóticos) y ante todo brutal con la empatía que producen las interpretaciones que realizan los actores protagonistas, todo para ejecutar un cabal psicodrama contemporáneo, tan efectivo y sugerente como las representaciones teatrales de las culturas antiguas. Durante 2013 tuvimos la oportunidad de visionar un título que también escogía el camino de la glorificación cosmogónica y nos ofrecía otro potente psicodrama, Only God Forgives (2013). Enemy y Only God Forgives son cintas muy distintas en su puesta en escena pero muy robustas en cuanto a los mensajes que nos quieren transmitir, más dirigidos al inconsciente que al estrecho divertimento que dejan 90 minutos de proyección.

Como guinda, y para finalizar este artículo, dedicamos un recuerdo al plano de cierre de Enemy, una enorme araña peluda cierra el paso a Adam cuando éste se dispone a seguir con las correrías de Anthony, un momento brutal y poderoso, igual que toda la película, Enemy, uno de los títulos más importantes del año.

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