Ficha Artística

Año: 1987

Duración: 88 min

País: Estados Unidos

Director: Jackie Kong

Guión: Michael Sonye

Música: Don Preston

Fotografía: Jürg V. Walther

Reparto: Rick Burks, Carl Crew, Roger Dauer, LaNette La France, Lisa Elaina, Max Morris, Roxanne Cybelle.

Sexo, canibalismo, dioses antiguos…y mucha caspa

La historia de mi vida puede ser contada en base a los recuerdos sobre películas de dudosa calidad y procedencia que me he ido tragando a lo largo de todos estos años. Podéis decirme cualquier año y probablemente recuerde más las películas de mierda que me trague por aquel tiempo, que cualquier hito que hiciese por aquella época. Ya sabéis que por estos lares solo me da por hablar de cine de mierda, pero hoy voy a cambiar el chip y voy a hablar de una película casposa que es impresionante, entretenida, y probablemente la mejor película de Serie Z de la historia (y creedme que me he tragado muchísima diarrea de Angela Merkell por el gaznate).

Cuando era más joven, en casa de mis padres teníamos una tanda de canales rarunos de una empresa llamada Ibertele. Por aquel entonces conocí el programa de la ETB 2Bodrios de cine” (también descubrí la serie de dibujos animados del Vengador Toxico en el Canal Panda) un programa de cine sin pretensiones en el que un vasco con voz de actor de doblaje trincaba cuantas películas de mierda podía y las destrozaba de las maneras mas crueles y divertidas posibles. Por supuesto que me grabe cuantos programas pude y normalmente dejaba el video grabando directamente por la noches, para luego por la mañana fijarme en que había pescado aquel día. Y efectivamente, un día me encontré con esta película que me cambiaría para siempre. El resultado es una intoxicante y delirante comedia gore creada como un claro homenaje del film Blood Feast de Herschell Gordon Lewis del 63, Blood Diner (Jackie Kong, 1987) increíblemente histérica y pasada de vueltas, es un concentrado de absurda diversión que no deja indiferente a absolutamente nadie y un más que digno sucesor de la película del 63.



Pero vamos a comenzar con el génesis de este film y para eso tenemos que retrotraernos a tiempos mas pretéritos y mas sencillos que la actualidad y a una película específica que cambiaría la historia del cine. Esta historia comienza con el nacimiento de Herschell Gordon Lewis (nacido el 15 de Junio del año 29 en Pittsburgh, Pensilvania), un director visionario que fue conocido principalmente por ser el primer tío que decidió hacer una película con sangre y vísceras a tuti plen, cuando a nadie se le había ocurrido esa idea de bombero. Aunque es mayormente conocido como El Padrino del Gore, su carrera ha estado curtida en diferentes subgéneros de Explotation, como películas de delincuencia juvenil, eróticas, películas para niños y por lo menos unas cuantas comedias costumbristas rurales. La mejor manera para describir la carrera de Lewis, fue la de una revista de cine de entonces que dijo esto sobre él: “Con sus películas gore mejor conocidas, Herschell Gordon Lewis fue un pionero, yendo más lejos de lo que nadie más se atrevía, experimentando las profundidades de la repugnancia y de la incomodidad en pantalla con más mal gusto e imaginación que cualquier persona de aquella época”. 

Estaba claro que estaba llamado a ser alguien grande

 

Herchell Gordon Lewis tuvo en un día frío de invierno del 63, una de esas extrañas ideas que te suelen rondar por la cabeza, en este caso la de inventar desde cero un subgénero cinematográfico cuya principal característica era el abusivo uso de la sangre y los sinsentidos más variados posibles. No, de hecho el único mensaje, sentido y razón de ser de ese género sería la sangre y las mutilaciones como único Leitmotiv. Corría el año 1960 y Gordon Lewis trabajaba como socio del productor Dave Friedman, uno de los tipejos más conocidos y famosos dentro del ámbito del cine Nudiexplotation de los 60. La cosa es que Gordon Lewis y Friedman hicieron buenas migas desde el principio y esto daría inicio a una intensa carrera de fondo para ver cuantas películas de bajo presupuesto podrían meter dobladas por las salas de cine yanquis. Su primera obra en común, un drama de adolescentes permanentemente empalmados titulado The Prime Time, fue un fracaso a todos los niveles posibles. Esto obligó a ambos a buscar el éxito fácil y se les ocurrió meterse en el berenjenal de hacer pelis nudies, osea de tetas. Con el tiempo, Lewis se cansó de hacer películas nudies y pensó que era el momento perfecto de comenzar a pensar en dar un giro de 180 grados a su carrera en el celuloide.



Los bardos de antaño cantan alegremente que la historia realmente comenzó en el año 1963, cuando el sinvergüenza, inteligente e inventivo Friedman recibió el encargo de rodar un film con un alto contenido de “Tetamen” en las playas de Florida. El productor, un tal Eli Jackson estaba obsesionado con que su esposa (una striper de cuidado llamada Virginia Bell) luciera ante las cámaras palmito y se convirtiera en una verdadera estrella de Hollywood (eso nunca sucedió). El problema fue que la intérprete estaba embarazada de unos cuantos meses lo que obligó a Gordon y Friedman a acabar la cinta a velocidad absurda. Exactamente tardaron tres largos días en llevarla a cabo y, como os podéis imaginar, la película fue especialmente paupérrima. Friedman y Lewis se dedicaron a trabajar posteriormente con el dinero que les sobro de la película nudista esta de marras (Si, sobro dinero y todo) en un proyecto algo diferente. Se trataba de un guion que el buen Gordon escribió a la velocidad la luz (pero no más rápido que la velocidad del amor) y que contaba la historia de cómo una madre se hace con los servicios de un cocinero egipcio llamado Ramsés (típico nombre zaragozano) para preparar la comida de la fiesta de su hija. Ramsés que es un tipo aplicado y sencillo, decide hacer un plato que nadie ha hecho en 5.000 años y que consiste en la interesante mezcla de órganos vitales de seres humanos (por supuesto siempre chicas guapas) que no han realizado el acto sexual.



La cosa es que se pusieron manos a la obra con semejante material y contrataron como protagonista a Connie Mason, playmate conocida en el año 63 y conocida por nada más (¿alguien ha dicho Sam J. Jones?). Por lo visto lo que realmente les importaba en un largometraje de este calado no eran precisamente las actuaciones Shakespearianas de los actores sino la sangre, las decapitaciones, las mutilaciones y los sesos esparcidos por la tarima. Como decía la mente preclara del cine Gordon, la sangre era mucho más importante que el argumento o el elenco de actores. La sangre era por lo tanto el verdadero protagonista, con lo que Gordon se puso manos a la obra codo con codo con un laboratorio llamado Coral Gables para dar finalmente con un líquido baratucho que parecía sangre y todo. En palabras de la enciclopedia andante Friedman, “La sangre iba a salir a chorros de los muñones, de las cuencas vacías de los ojos, de las cabezas con la cabellera arrancada y de los torsos despellejados”. Para conseguir hacer estos efectos aun más realistas, Gordon Lewis confeccionó unos cuantos maniquíes que rellenaba por dentro con carne de animal que pillaba a precio de saldo en un hipódromo local (True Story). Gordon Lewis y Friedman consiguieron acabar la película, y lo que es más, acabarla con un resultado más que digno para dos tipejos como estos. El presupuesto final fue de 40.000 dolares y se estrenó en el año 63 en un auto-cine cercano a Chicago. Los trailers de Blood Feast llamaron, por lo visto, mucho la atención la gente de la zona y fueron en masa (bovina claro) a verla a ese cine. Friedman, un tipo que piensa en todo, vendió una especie de bolas de hachís para el mareo (a precio de oro) con la intención de que fuesen consumidas por el público en caso de no sentirse cómodo viendo Blood Feast (another True Story). En definitiva, Blood Feast se convirtió en poco tiempo en un verdadero éxito consiguiendo recaudar cuatro millones de dólares con una cinta en donde la sangre era el principal reclamo. Todo esto le permitió a Gordon (y a Friedman) continuar con su carrera dentro en el cine gore y realizar otra obra maestra titulada 2000 Maníacos e incluso en pleno siglo XXI un Blood Feast 2 y todo.



Tiempo después, en los tórridos ochenta, la más que desconocida directora (de tres películas de mierda) y guionista estadounidense Jackie Kong junto con Michael Sonye en las tareas de escritura (creador de mucha caspa como Los Surfistas Nazis deben morir), cogieron tres duros que habían recibido de no se que productores (mediante mendicidad por supuesto) y decidieron que harían una protosecuela/homenaje de tan maravillosa película como Blood Feast, que acabaría llamándose Blood Diner (Fonda Sangrienta). Puede decirse que es un remake en tono de parodia encubierto por lo profundamente “inspirada” que está en la pionera del genero gore anteriormente mencionada. Es una de esas películas que trascienden en la memoria de los aficionados al cine-club casposo, más por su estrafalario argumento que por cualquier atisbo de calidad.



Blood Diner (Fonda Sangrienta) empieza con una escena de la infancia de los protagonistas, los pequeños George y Michael Tutman, dos hermanos que juegan tranquilamente en el salón de su casa. Efectivamente, se llaman «George» y «Michael», lo cual resulta bastante deshuevante cuando alguien los llama al mismo tiempo (cosa que en el film sucede bastante), y que solo se explica si pensamos que Jackie Kong era una fan fatal de cierto artista, mucho antes de descubrir que el chico era algo gay. Justo en ese momento va a parar al lugar donde están los chicos el tío Anwar, un desequilibrado que acaba de cortarse sus joyas de la corona y al que persiguen las fuerzas de la ley por haberla liado parda en un puticlub. Después de destrozar la puerta y entrar en el domicilio, el psicópata regala a sus sobrinos dos medallas que representan el culto a Sheethar, una diosa de la magia negra y la muerte objeto de oculta adoración a lo largo de los siglos, y les hace prometer que jamás se olvidaran de el ni de las historias sobre el culto. Frente a la casa y con la atenta mirada de sus sobrinos, el pobrecillo tío Anwar es cosido a balazos después de ir con un cuchillo de carnicero a rajar a un policía random no sin antes gritar “SHEEEEEEEETAAAAAAR”. Por mi parte cabe señalar la impresionante interpretación de Anwar que ofrece el actor Drew Godderis que logra convertir a gente tan épica como Jack Nicholson en un actorucho de Sharknado 2. Después de esto, la historia avanza 20 años en el tiempo y nos encontramos a los hermanos a punto de profanar la tumba del tío Anwar para recuperar su cerebro. Y efectivamente, allí está la masa cerebral del querido tío, con un estado de frescura inmejorable, y que una vez es guardado en un bote con formol podrá hablar, guiñar el ojo (si, tiene ojos) y demás lindezas por el estilo. Por supuesto el tío Anwar Namtut tiene un plan, para ello será necesario que sus sobrinos reconstruyan el cuerpo de la diosa con partes amputadas de otras mujeres, y un requisito indispensable, es que las donantes tienen que ser unas golfas. Mientras se dedican a esos menesteres, los Tutman sirven las sobras de sus víctimas entre los platos del restaurante de comida vegetariana que regentan. Ambas situaciones son el eje central de la historia, y se presentan bajo el amparo de un humor majadero que funciona maravillosamente bien.



Que os fascine esta Blood Diner (Fonda Sangrienta) depende demasiado de vuestro sentido del humor y el tipo de cosas que os hagan gracia. Personalmente, esta película me hizo reír la primera vez que la vi (como me dolían las costillas), gracias a su estilo de comedia bárbaro y sinsentido, con personajes que se comportan como si fueran personajes de la animación mas gamberra posible y con el gore y la violencia, que están hechos de forma tan exagerada para que resulten más deshuevantes. Para que os hagáis una idea, estos son algunos de los gags que me hicieron reír:

Mark Shepard (Roger Dauer) es un detective estereotipado ochentero con pinta de chuloputas y con pelopalomo en el pecho que cada vez que suelta alguna chorrada, su capitán no puede reprimir las ganas de meterle un puñetazo; En otro momento George va camino de un asesinato con la música de los DootonesAy si si, we want to mambo” cuando ve a un motorista con problemas, George ni corto ni perezoso decide atropellarle porque si, pero el motorista sobrevive y George debe atropellarlo varias veces para acabar con él (aunque luego la policía confiesa que aunque estaba destrozado murió de un ataque cardíaco)

Cuando los hermanos entran en un club para buscar víctimas para su sangriento ritual pagano, el portero les impide la entrada, pero George lo coge y lo lanza a la calle, donde un coche saltando y con la música de “la cucaracha” le aplasta la cabeza mientras la gente en la cola se ríe y su compañero grita: ¡ey! ¿estás bien?.

A un tío de un restaurante de la competencia que tiene de único amigo en el mundo un muñeco al que le da la voz rollo ventrílocuo, le cortan las manos y se escapa conduciendo su coche echando sangre a surtidor

Y hasta sale una competición de lucha libre donde uno de los hermanos se enfrenta al pequeño Jimmy Hitler, un luchador ario al que acaba, literalmente, merendándose en el ring.

Amén de un largo etc de degeneraciones posibles, sacadas de la mente de un psicópata con buen sentido del humor.

A pesar de su patético presupuesto, con efectos especiales más que artesanales, se puede decir que están bastante logrados, siempre teniendo en cuenta que el resultado final de Blood Diner (Fonda Sangrienta) es una película de humor. Jackie Kong se dedica a buscar siempre la espectacularidad antes que el realismo, pero las lagunas y gazapos de guión parecen más fruto de la mala estructuración de los responsables de la cinta que de las limitaciones monetarias, y esos pequeños fallos en realidad no acaban empañando tan digno film. De todas formas, ver una comedia gore ochentera con cerebros hablando, tetas por doquier, luchadores y trompetistas nazis y con un gordo vomitando a todo el publico de un restaurante, merece ser vista sin dilación.

En definitiva, un film repleto de gore y comedia (con momentos irrisorios ciertamente divertídisimos), provocados la mayoría de las veces por los comentarios degenerados que se cascan durante el film como el del cerebro del tío Anwar que le dice al cuerpo de Sheetar: “Sheetar pero que buena estas, si tuviese todos mis atributos masculinos te enseñaría el sentido de la palabra machismo”. Por mi parte os la recomiendo si sois fans del cine de aquella época en la que buceabais buscando cualquier mierda que saliese en el videoclub, o solo por echarte unas risas con los colegas.

Yo por mi parte espero hacer algo tan maravilloso como esta película algún día en mi vida.



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