Ficha artística


Año: 2014
Duración: 103 min.
País: Estados Unidos
Director: James DeMonaco
Guión: James DeMonaco
Música: Nathan Whitehead
Fotografía: Jacques Jouffret
Reparto:
Frank Grillo, Carmen Ejogo, Zach Gilford, Kiele Sanchez, Zoe Borde, Justina Machado, John Beasley, Jack Conley, Noel Gugliemi, Castulo Guerra, Michael K. Williams, Edwin Hodge, Keith Stanfield, Chad Morgan, Roberta Valderrama, Niko Nicotera, Bel Hernandez, Lily Knight

Nuestra valoración
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La Purga llega a la ciudad

La modestia con la que la productora Blumhouse Productions – los creadores de la saga Paranormal Activity, Insidious o la futurible franquicia Sinister– llevó a cabo The Purge: La Noche de las Bestias (2013), rentabilizó los pocos millones de dólares empleados en su factura. Si esta película disponía de un presupuesto ajustado, los resultados no pudieron ser más satisfactorios, para un coste de 4 millones de dólares la recaudación fue de 90 millones de dólares en todo el mundo, sin contar el mercado doméstico. La presencia de Ethan Hawke y Lena Heady en el elenco protagonista, así como el interesante planteamiento distópico de su argumento fueron las claves para el éxito de esta pequeña producción dirigida por el desconocido James DeMonaco…pero con la Blumhouse hemos topado, la secuela estaba al caer, y no se hizo esperar mucho: un año después Anarchy La Noche de las Bestias (2014), llega a nuestras carteleras como la continuación -dicen que habrá una entrega al año- del universo distópico bosquejado en The Purge. Las diferencias entre una película y otra son notables a pesar de compartir un mismo telón de fondo, y no sólo eso, también las lecturas socio-políticas que emanan de esta secuela llegan más lejos que las reflexiones que nos ofreció la primera parte.

La película que James DeMonaco ha rodado para el presente año cambia la situación de los personajes protagonistas. Si en la anterior tenía lugar la home invasion de un hogar acomodado y un giro de tuerca final situaba al filme en una especie de fábula moral, Anarchy: La Noche de las Bestias propone un punto de partida más descarnado, la Purga sale a la calle convirtiendo la ciudad de Los Ángeles en un hervidero de violencia y desesperación para los más débiles. Todos los curritos de los barrios obreros, pandilleros, habitantes de las high class angelinas y vecinos y familiares advenedizos se preparan para tomarse la justicia por su mano en esta noche de sangre y brutalidad consentida por los Nuevos Padres Fundadores de los Estados Unidos ¿Y quién más falta? Las fuerzas del orden tienen la orden de no intervenir, pero sólo en teoría; es Estado pone de su parte para que la purga llegue aún más lejos y saca a la calle equipos de intervención que limpian objetivos puntuales en los barrios más modestos.

No es difícil seguir el rastro a tres o cuatro referencias señeras durante el visionado de Anarchy: La Noche de las Bestias. Un grupo de personajes debe unir sus fuerzas si quiere sobrevivir a esta noche de horror: un vengador de aspecto clavado a Nick Castle, The Punisher (Frank Grillo, a quién ya postulan como nuevo Punisher), una pareja a la que han tendido una trampa para ser masacrados en la purga, y una madre y una hija que son atrapadas por uno de los equipos de intervención y exterminio del gobierno. El periplo de estos personajes en busca de un lugar seguro y de los impedimentos y enemigos que éstos deben superar nos recuerda directamente al filme de Walter Hill, The Warriors (1979), sobre todo por un uso similar del espacio urbano en el transcurso de esta particular Anábasis. La sombra de John Carpenter y su Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981) también planea bajo sobre la película de DeMonaco, conjugando elementos distópicos con una muestra de violencia urbana y un tratamiento fotográfico que en muchas ocasiones nos recuerda a la mítica película del hoy decadente Carpenter. Con todo ello, Anarchy no chirría cuando vemos esos planos copiados de The Punisher en los que Nick Castle conduce su coche y la cámara se sitúa junto al espejo retrovisor, ofreciendo ese regusto a aquellos títulos sobre vigilantes de los años ochenta, o el retrato de los pandilleros preparando su AKs para una noche de descontrol y juerga sangrienta, e incluso esa reunión de ricachones sedientos de violencia a lo Hostel;  todo lo contrario, y dejando fuera el aparataje de las escenas de acción, mucho más logradas que en la primera entrega -como era de esperar- Anarchy, igual que su antecesora tiene lecturas muy interesantes que afectan al modo con el que interactuamos con la violencia, si bien la secuela de The Purge nos arrastra hasta la calle para vivirla con más intensidad.

En la anterior crítica que hicimos sobre The Purge: la noche de las bestias relatábamos la desafección del ciudadano occidental ante la violencia institucionalizada, es decir, aquella que es proporcionada por el estado en forma de una distante guerra tecnológica o de represión social. Dicha desafección es efectiva en tanto el ciudadano disfruta la violencia desde el salón de su casa, viendo por la tele como saltan por los aires edificios en la otra punta del mundo en nombre de la democracia o en cómo se reprime una manifestación en la que quizás debiéramos estar todos. El ciudadano tiene un problema grave cuando esa violencia le sorprende en mitad de la calle; si éste está desposeído de las medidas de seguridad que le protegerían de una situación distópica como es la de la Purga, nuestro modesto partner europeo, americano o israelita no dudará en acercarse a la armería más cercana y hacerse con un 38 magnum o una semiautomática del .45, cuando no con una escopeta del 12, o si la legislación lo permite con un rifle de asalto -yo recomiendo para estas situaciones las semiautomáticas y los subfusiles del 9 mm-. Es en este momento cuando el título de la película adquiere toda su dimensión, porque qué mejor regalo para los mandatarios que las clases menos pudientes se exterminen las unas a las otras y a la vez ayuden a engrosar los beneficios de las empresas de seguridad y armas ligeras. Ésta es una de las lecturas que James DeMonaco quiere que el espectador saque de Anarchy. No vamos a ser catastrofistas y decir que en un país europeo todo el mundo tiene un arsenal en casa como sucede en muchos hogares norteamericanos e israelitas, el mensaje de DeMonaco, sustantivado en la floja aparición de una insurgencia de afroamericanos que parecen una mala copia de los Panteras Negras y en los impresionantes títulos de crédito va directamente dirigido al público norteamericano; a fin de cuentas Anarchy es una película norteamericana y uno de los malos que se desahoga la noche de la Purga con una ametralladora Gatling es un militar y lleva una gorra con la bandera de las barras y las estrellas:  pura esencia norteamericana la de mostrar una y otra vez que son una nación nacida de la violencia y el genocidio.

Sin ánimo de abrumar al lector con reflexiones espesas y poco comprensibles para una mentalidad más pacifista como la nuestra, le dirigimos a otra parte de la película, al espectáculo y el entretenimiento, y es que Anarchy tiene una buenas secuencias de acción y dispone de un ritmo in crescendo donde no hay lugar para el aburrimiento, si acaso su hora más baja está en el momento en el que el grupo es secuestrado por los ricachones para jugar al gato y al ratón en ese jardín de cartón piedra que simula un coto de caza. El universo de la Purga queda reforzado, apuntalado tras ese bosquejo distópico que supuso su predecesora. Anarchy es así una película muy entretenida que satisfará el apetito del público que sólo busque diversión pero también de aquellos que se acerquen al cine a por una ración de distopía ambientada en un futuro cercano y un poco de reflexión sobre cómo vemos el fenómeno violento y como lo experimentamos desde la butaca de nuestro salón, tal y como hemos expuesto en los dos artículos dedicados a esta saga.

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